El girasol es hoy una de las alternativas con mayor potencial dentro de las rotaciones. La coyuntura internacional y las proyecciones presentan un escenario prometedor para revalorizarlo en esta campaña. Sin olvidar que es fundamental un plan de fertilización balanceado para aumentar tanto el rendimiento como la calidad del grano.

El contexto internacional del girasol ha cambiado. Hasta la última campaña, Ucrania producía un tercio del girasol del planeta y era el principal exportador de aceite de girasol del mundo. Actualmente, el conflicto ha paralizado las cosechas, afectando las cadenas de logística, e impactando en la comercialización de granos y fertilizantes. Si bien datos actualizados indican que Ucrania está recuperando la exportación de girasol y sus derivados lentamente, el USDA le pronostica una caída en la producción de girasol del 37,1%.

Argentina tuvo históricamente un rol protagónico en el mercado mundial de girasol y sus derivados. Por diferentes situaciones, la producción disminuyó, siendo desplazada en su participación en el comercio mundial por otros productores como Ucrania, Rusia o la Unión Europea, a pesar de que el comercio y la producción mundial se duplicaron.

En el siguiente cuadro se percibe como fue la evolución de los precios del aceite de girasol en los últimos 17 años a nivel global:

Más allá del contexto actual, el girasol ya venía mostrando un crecimiento sostenido en su precio internacional gracias a una mayor demanda. Esto se ve reflejado en una leve suba en la superficie cultivada en Argentina, limitada actualmente por la disponibilidad de semillas. Datos del USDA estiman que la producción argentina de girasol 22/23 crecerá un 25,3% con relación a la campaña 21/22.

En la campaña 21/22 se sembraron 1,7 MHa, una superficie que se ubica 5,6 % por encima del ciclo previo, y un 1,7 % por encima del promedio de área sembrada en las últimas cinco campañas. La producción total nacional logró 3,4 MTn, superando en un 6,6 % el volumen promedio de los últimos 10 años (3,19 MTn).

El incremento sostenido de los precios, junto con las estimaciones de mermas de producción en el hemisferio Norte, ofrecen un escenario atractivo para el cultivo de girasol en Argentina.

 

Aprovechando el potencial productivo del girasol
Argentina tiene capacidad para cubrir el 16% del incremento proyectado en la demanda mundial de grano de girasol, según informes de ASAGIR. Para lograr ese objetivo se necesita que el cultivo mantenga la tendencia de aumento de superficie cultivada y se tome mayor conciencia de su manejo.

Las nuevas áreas de siembra de girasol como consecuencia de la expansión hacia el norte y sobre todo hacia el oeste en Pampa Húmeda, genera nuevas demandas de tecnología y en particular del manejo de nutrición por fertilización.

Una nutrición balanceada y eficiente, mejora tanto la calidad de implantación y el establecimiento del cultivo, como el aumento en los rendimientos.

 

La nobleza del girasol se basa en su gran adaptabilidad a suelos marginales y en su capacidad de enfrentar situaciones de déficits hídricos a través de varios mecanismos fisiológicos. Estos motivos lo presentan como una opción inteligente a incluir en la rotación de cultivos.

No es muy exigente respecto al tipo de suelo, siendo esencial que tenga un buen drenaje. Tolera suelos con un pH de entre un 6,5 a 8, siendo muy poco tolerante a la salinidad, disminuyendo el contenido de aceite en los granos a medida que esta aumenta en el suelo.

Existe una idea generalizada que el girasol no necesita un plan de fertilización, estimando que la respuesta sería baja gracias a su sistema radicular pivotante, que le permite extraer nutrientes de capas profundas, siempre que no tenga limitantes en el suelo para garantizar la penetración de las raíces.

Para conseguir un buen desarrollo del cultivo y un alto rendimiento esperado, es necesario un buen aporte de nutrientes como el nitrógeno, fósforo, potasio, azufre y boro. Al igual que otros cultivos, las dosis de fertilización deben ajustarse, tanto en función de los nutrientes disponibles, como del régimen de precipitaciones. Las necesidades nutricionales más importantes por parte del girasol, se presentan en los primeros estadios de desarrollo de la planta. Donde las respuestas a nitrógeno y fósforo son clave, ya que son los elementos que en mayor proporción son exportados a los granos. Por otro lado, no debemos olvidar que el boro (B) es fundamental en R1 para asegurar la fecundación y cuaje de granos, especialmente en suelos arenosos.

Nitrógeno

El nitrógeno se presenta, en determinadas ocasiones, como un elemento limitante en la producción de girasol. En condiciones de alta demanda del cultivo (alta tecnología, riego, zonas con alta radiación incidente, etc.) y/o donde la oferta del suelo sea baja en nitrógeno (suelos arenosos, siembra directa o agricultura intensiva) pueden lograrse respuestas significativas a la aplicación de nitrógeno.

Es un nutriente que incrementa el crecimiento, la duración del área foliar y la fotosíntesis, permitiendo al cultivo aumentar el rendimiento por unidad de superficie. En general, la demanda de N se encuentra concentrada entre los estadios de R2 y R6. Durante el periodo entre los 25 y 70 días desde la emergencia, acumula la misma cantidad de materia seca y de N que el maíz. Es importante aclarar que el porcentaje de aceite determina la calidad comercial de los granos, mientras que la proteína es clave para los subproductos (pellets, harinas proteicas, etc.). Mayores disponibilidades de N en estadios avanzados del cultivo incrementan el contenido de proteína en los granos, reduciendo el porcentaje de aceite.

Es posible diagnosticar deficiencias de N a través de herramientas con distinto grado de precisión, como: la identificación de síntomas visuales, el análisis de nitratos en el suelo, el balance de N, los análisis de nitratos en los pecíolos, y de N total en planta o clorofila en lámina. Complementando estas herramientas, logramos un diagnóstico más preciso del estatus nitrogenado del cultivo.

Los resultados de fertilización nitrogenada en la red de investigación entre ASAGIR-INTA, en un promedio de 24 puntos experimentales en distintos sitios de la región girasolera, estimaron el aumento en el rendimiento de grano con una respuesta promedio de 3.7 kg de grano por kg de N aplicado.

En cuanto al manejo del N, cada ambiente debe contemplar sus variables particulares. Una aplicación a la siembra permite aprovechar condiciones ambientales. Por otro lado, fertilizaciones posteriores pueden no compensar deficiencias al inicio del ciclo. Dividir las aplicaciones podría ofrecernos el mejor resultado agronómico, combinando fuentes, momentos y dosis para lograr la mayor respuesta.

Boro

En la región pampeana se demostró que, al igual que el zinc, el boro es altamente deficiente en los suelos, factor que deriva en la reducción de rendimientos en girasol.

Los suelos de textura más fina muestran valores de boro soluble mayores que los de textura gruesa, lo que está relacionado en parte con las pérdidas que se producen por lavado. La disponibilidad de B del suelo varía según el estado hídrico, debido a que es absorbido por flujo masal. Es habitual encontrar que su disponibilidad sea menor en suelos arenosos y con bajos niveles de materia orgánica.

El boro es un micronutriente que participa en todos los procesos del cultivo, interviniendo en la división celular, desde la elongación de formación de raíces, en el desarrollo de hojas, y en la formación de flores, polinización y granos. Tiene participación en el desarrollo del tubo polínico y evita el vaneo en floración. Durante el llenado participa en la redistribución de los azúcares al grano. En combinación con el calcio (Ca) es fundamental en la producción de hemicelulosa y lignina, logrando una mejor estructura de los tejidos.

Al ser un micronutriente poco móvil en planta, su deficiencia se puede reconocer en etapas tempranas. Por ejemplo, al emerger las plántulas, encontrando fallas en el desarrollo y la expansión de los cotiledones, o ante la presencia de hojas jóvenes pequeñas y deformadas con manchas pardas o en el desarrollo del cultivo por roturas del tallo, caída de capítulos y mal llenado de granos. El girasol es una planta que tiene requerimientos de boro sensiblemente mayores que otras especies y es particularmente sensible a su deficiencia.

Podemos prevenir y corregir las deficiencias de boro aplicándolo tanto a suelo como con aplicaciones foliares. Ensayos en la región pampeana relevaron incrementos medios del 20% en rendimiento, con casos de hasta el 33% es suelos altamente deficitarios.

Ante la coyuntura internacional de una merma estimada en los principales países productores de girasol, el aumento en la demanda y los precios que mantienen su tendencia ascendente, el escenario es altamente prometedor para la Argentina. Debemos aprovechar esta oportunidad trabajando en mejorar las estrategias de manejo.

La nobleza de este cultivo nos permite ampliar el área de siembra. Sumado a un conocimiento del cultivo, del ambiente y poniendo foco en aspectos nutricionales se podrá desarrollar un plan de fertilización que apunten a lograr los rendimientos potenciales según la región.

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